Sandra Russo afirma que las ganas de escribir "La presidenta", su libro sobre Cristina Fernández de Kirchner, le nacieron en 2008, al calor de una sociedad entonces furiosamente dividida entre "kirchneristas" y "antikirchneristas" y que hasta se animó a calificar como "la yegua" a la mandataria.

"Yo empecé a pensar en este libro en 2008, cuando a ella le empezaron a decir ?la yegua?. Me parecía que nunca, que yo recuerde desde el regreso democrático, a ningún presidente se lo descalificó como se la descalificó a ella; y me parece que es porque es una presidenta mujer; que con un hombre pelearían de otra manera, pero no lo descalificarían por bipolar, doble comando. Esta idea de que una mujer sola ya no puede, de que apenas murió Néstor ya le ofrecían desde los medios el momento de negociar, ?porque ahora está sola?. Me parece que a un viudo jamás le hubiesen dicho: ?bueno, ahora podés negociar con nosotros?. Se lo dijeron a una mujer", enfatiza la periodista.

Interesada desde hace décadas en la perspectiva de género (comenzó a escribir en los años 80, en la revista Humor, luego fue editora del suplemento "Las 12", en el diario Página 12 y en el presente es panelista del programa "Seis, siete, ocho", que se transmite por Canal 7), Russo presentará hoy en Tucumán (en la librería El Griego, a las 20) el volumen que editó Sudamericana.

Parece molesta cuando se le sugiere que "La Presidenta" puede ser percibido como una biografía autorizada. Ella rechaza ese rótulo, y lo define como un libro de autor. Un libro escrito, dice, como a ella le pareció que tenía ganas de contar la historia de la Presidenta. "No es una biografía, porque faltan tramos de su vida", afirma Russo, en una charla telefónica con LA GACETA, antes de su llegada a Tucumán.

-¿Cuáles fueron los temas que más te estimularon a la hora de abordar este libro?

- Hubo ciertos tópicos que yo tenía en la cabeza; uno, el tipo de feminidad de Cristina, que tiene que ver con mi historia periodística. Yo edité durante cinco años "Las 12" en Página/12, que tiene que ver con mi mirada de género. No así, creo, la de Cristina, que es una mujer que no ha militado en cuestiones de género. Pero a mí me interesaba el análisis de su feminidad, porque me parecía que era distinta a todas las mujeres con poder que yo había visto. Yo creo que Cristina Fernández tiene, verdaderamente, una femineidad distinta a Angela Merkel, a Hillary Clinton, a Michelle Bachelet, a Dilma Rousseff?

-¿En qué se diferencia de ellas, en su criterio?

- Tiene cintura. Estamos acostumbrados a un cuerpo femenino en el poder en el que se borra la cintura. Cristina usa cinturón, enfatiza esa parte femenina. Y la pintura, el maquillaje? a mí me intrigaba mucho esa figura femenina que no está diciendo: "ay, ni me fijé en lo que me puse". Cristina es una persona que se fijó mucho en su cuidado personal, y que al mismo tiempo desarrolló sus capacidades intelectuales al máximo. Me parece que es un personaje femenino muy enigmático y muy atractivo; porque no resigna nada, y nosotras las mujeres somos educadas para resignar siempre una parte. Si tenemos un cargo público resignamos la vida personal, si tenemos una hermosa familia no queremos ascender en el trabajo para no faltar a la cena. Siempre estamos viendo cuál es nuestro lugar fuerte, y cuál es el que podemos descuidar. Y cuando yo me acerqué a ella, yo palpitaba que ella no descuida ninguno. Eso me parecía muy interesante.

- En tu libro señalás el aspecto intuitivo de la Presidenta?

- Sí, y con respecto a la muerte de Néstor, también. Hay muchos momentos en los que ella aparece como muy abierta a lo que llamamos intuición femenina, en un sentido muy amplio. Eso de estar pendiente de algunas señales es muy femenino. Y otra cuestión que me interesaba -y que creo que el libro lo releva mucho- es que es la historia de un militante político de toda la vida, sea hombre o mujer. Me interesaba contar cómo es esa estirpe de político que ha nacido en la militancia, y que no la ha abandonado nunca.

- ¿Cómo definís el modo presidencial de gestionar el poder? ¿Intuitivo, racional, tradicional?

- Tradicional no es; estamos viviendo un momento totalmente atípico en el país, estemos a favor o en contra. Me parece que ella es una mujer completamente racional; y al mismo tiempo, muy apasionada. En cuanto a la intuición, aparece como un ingrediente, pero no es una mujer, me parece, que se deje llevar por intuiciones. Me parece que es un cúmulo de saberes acumulado, que se vienen macerando desde los 20 años.

- En el libro aparece esa característica de la Presidenta de no ocultar cuestiones de su vida privada, su embarazo frustrado, su miedo al dolor físico en el parto?

- A mí me interesaba ver para dónde agarraba el relato; y me la hizo fácil. Porque los relatos privados que hace nunca son del todo privados. Ella analiza su propia vida en clave política y en clave histórica. Por ejemplo, una cosa que a mí me impactó mucho es cómo ella describe el parto de Máximo, en el 77. Es muy atípico, no es políticamente correcto lo que cuenta; habla del dolor, del miedo a estar en La Plata en el 77, del miedo a no estar con su compañero; y si bien es un relato muy privado, porque habla del parto, es al mismo tiempo un relato político, porque es el de una militante que está pariendo en 77 en La Plata, mientras desaparecían sus compañeros. Son todas cuestiones privadas que tienen que ver con sus sentimientos más profundos; pero al mismo tiempo toda su vida esta bañada por la política. El hecho de que ella piense y cuente de esa manera muchas cosas privadas, a mí me facilitó mucho el libro; porque cuando una encara un libro sobre temas "blandos", corre el riesgo de que el relato se banalice. Pero como ella hace un análisis político de cada cosa que le pasa, a mí me permitió sostener el libro en un lugar atrapante, porque al tiempo que cuenta cosas privadas, es un libro muy político.

- Vos has elegido, en esta etapa, no tomar distancia con el objeto periodístico. ¿Cómo vivís este debate que ha estallado en Argentina sobre "periodismo militante" versus "periodismo independiente"?

- Para mí es un movimiento natural de mi propia vida. Yo siento que sigo haciendo el mismo tipo de periodismo desde que tengo 20 años. Mi acercamiento al periodismo en la dictadura fue para escribir en contra de la dictadura, no para hacerles guardia a las figuras de la farándula. Siempre el periodismo fue clave para atender cuestiones que a mí me parecían centrales, ya fuera de género, de política o de cultura. Y cuando llegó el momento en que sentí que había un gobierno que defendía esas banderas, no tuve duda de dónde tenía que estar parada. Pero el hecho de que uno admita su posición política y la diga explícitamente no implica que haya que romper el contrato; el hecho de que sea una periodista militante (término que no ando exhibiendo por la vida) no implica la ruptura de los contratos de credibilidad. Si uno no chequea fuentes o tergiversa el contenido de lo que se está diciendo, eso es mal periodismo, llámese como sea.